martes, 28 de mayo de 2013

El 4 incomprendido


En la plantilla actual del FC Barcelona se puede hablar de distintos casos de jugadores que han salido del club para volver con la tutela de estrella al equipo a base de trabajo y esfuerzo para rendirle al equipo el costo de su recompra en forma de títulos. Por nombrar un par: Gerard Piqué y Jordi Alba. El primero, lo ganó todo en su primer año; el segundo, pieza clave y fundamental para recuperar el título de la Liga BBVA. Ahora bien, entre estos dos apenas sobrepasan la mitad de lo que costó el fichaje del jugador al que va dedicado este artículo principalmente: Cesc Fábregas.

Aquel siempre discutido hijo prodigo del club catalán. Que se fue por una creencia errónea que le llevó a pensar que jamás tendría oportunidad en el equipo de sus amores. Se marchó a probar suerte en el Arsenal, donde rápidamente despegó como uno de los mejores jugadores de la Premier hasta el día en que se marchó. ¿Qué pasaba en el Arsenal que no pasa en el Barcelona? Cesc jugaba de 4, o más bien, entre el 4 y el 8. Muchos se preguntarán "¿4? pero si es el dorsal del central y el 8 es del medio creativo". No están mal, en el lenguaje del fútbol mundial es así normalmente pero en el club blaugrana, no. Fábregas aprendió desde sus días de alevín en La Masía un lenguaje futbolístico muy distinto al de otros clubes que se tiene solo allí. Donde para explicar en la pizarra se usaban números entre 1 y 11, pero de otra forma: el 4 era el mediocentro y no el 5 como comúnmente es conocido; el 9 era un extremo, no un goleador; o también que el 6 era un media punta/enganche y no un lateral zurdo. Cesc aprendió que su deber era ahí, entre la recuperación y la creación, entre las salidas rápidas y la transición de la pelota de un lado a otro, cosa que en el Arsenal le dieron continuidad y que le funcionó para ganarse el cartel de estrella que hoy lleva. Más alla de su precio (40 millones de euros), Cesc llegó al Barcelona como un fichaje esperado con muchas ansias desde hace varios años. Pero que, solo ha rendido un poco más de la mitad de lo que se esperaba de él.

Fácil es hablar de la razón por la cual Fábregas no ha tenido ese cien espectativo de la afición o tan siquiera haberse ganado a la grada en su totalidad (el de Arenys de Mar es abucheado con continuidad en el Camp Nou). Guardiola le trae con la promesa de ese dorsal número cuatro que le caracteriza pero no para cumplir la labor que el número apremia, pues Busquets en esa posición le gana la partida a cualquiera. Pep lo trae como parte de un nuevo experimento de innovación: pasar al sistema 3-4-3 o usarle como falso 9, posición totalmente desconocida para el español en su llegada. Guardiola le implantó desde el primer momento olvidarse prácticamente de todo lo que sabía de fútbol en su posición para reformarlo con una nueva. Cesc logró brillar el primer tramo de su primera temporada en el club, junto a un Messi que estaba enchufadísimo, pero luego cayó en un bajón increíble. Tanto, que hizo olvidar al público esa ansiedad de tenerle convirtiendo a la misma en abucheos y mofas.

Tito Vilanova ha dejado un poco de lado la inclusión de Fábregas en esa posición del falso 9, para incluirlo más en ese medio campo debido a las múltiples bajas que acusaron al equipo a lo largo de la temporada (sobretodo la de Xavi) pero Cesc siempre fue dubitativo, un buen juego, uno regular, uno malo. Y con esa sintonía. Hubo tramos importantes en la temporada donde destacó, pero muy pocos. Es que basta verle nada más en el Arsenal y verle ahora en el Barcelona. Del Cesc que sale con la pelota, busca, la pide y filtra al Cesc del último pase, del gol, del pivoteo a la frontal del área. Fábregas no sabe a que jugar. Le han querido mezclar dos cosas distintas y ahora está confundido con su fútbol, o más bien, malentendido.

Esta es una de las primeras tareas que tendrá pendiente Tito de cara a la próxima campaña, recuperar el fútbol de Cesc y que éste se gane a la afición con su fútbol, como deben hacerlo siempre los futbolistas. Porque, si crías a un 4 y no lo pones de 4, nunca te va a rendir y siempre, siempre, siempre, será un 4 incomprendido.

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